Todos tenemos miedo —por nuestra confianza, por nuestro futuro, por el mundo—.
Esta es la naturaleza de la imaginación humana. Sin embargo, cada hombre, cada civilización, ha avanzado en razón de su compromiso con aquello que se ha propuesto alcanzar. El compromiso personal de un hombre con su destreza, el compromiso intelectual y el compromiso emocional que trabajan como uno solo, han hecho posible el ascenso del hombre.Jacob Bronowski. El ascenso del hombre, 1973.
Cuando les preguntamos a nuestros noventa líderes sobre las cualidades necesarias para manejar sus organizaciones, nunca mencionaron el carisma, ni trajearse para el éxito, ni la administración del tiempo, ni ninguna de las otras recetas fáciles que según la literatura popular conducen al éxito. Bien por el contrario, hablaron de persistencia y autoconocimiento; de la voluntad de correr riesgos y de aceptar las pérdidas; del compromiso, de la coherencia y del desafío.
Pero por encima de todo, hablaron de aprendizaje. Los líderes son aprendices perfectos, algunos son lectores infatigables, como Franklin Murphey, CEO de Los Ángeles Times, cuya preocupación por los libros comenzó muy pronto con un padre a quien describía como “un gran amante y coleccionista de libros”. Muchos aprenden principalmente de otras personas. Este es el estilo de Don Gevirtz, presidente de Foothill Group, quien se rodea de políticos y académicos, y Jerry Neely, jefe de Smith International, quien pasa buena parte de su tiempo con los clientes.
Casi todos los líderes tienen una capacidad superior para aprender de la experiencia. La mayoría pudo detectar un reducido número de mentores y experiencias clave que moldearon poderosamente su filosofía, su personalidad, sus aspiraciones y su estilo de actuar. Y todos ellos se consideraban como “estirando”, “creciendo” y “abriendo nuevos surcos”.
El aprendizaje es el combustible esencial para el líder, la fuente de su energía de alto octanaje, que conserva el impulso chispeando continuamente nuevos enfoques, nuevas ideas y nuevos desafíos. Bajo las condiciones actuales de cambio rápido y complejidad, esto es absolutamente indispensable.
Muy sencillamente, quienes no aprenden no sobreviven como líderes. ¿Pero no aprendemos todos nosotros durante todo el tiempo? ¿Qué es lo especial de los líderes? Nuestras entrevistas suministraron la respuesta. Los líderes han descubierto no solo cómo aprender, sino cómo aprender en un contexto organizacional. Son capaces de concentrarse en aquello que más le importa a la organización, y utilizar la organización como ambiente de aprendizaje. La mayoría de líderes exitosos lo han hecho desarrollando un conjunto de destrezas que Donald Michael llama “la nueva competencia”, que él define de la siguiente manera:•Aceptar y compartir la incertidumbre •Aceptar el error •Responder al futuro •Hacerse competente en relaciones interpersonales (por ejemplo, enfrentar valores en conflicto, etc.) •Adquirir el conocimiento de sí mismo.
Estas destrezas surgieron con frecuencia en el curso de nuestras discusiones. Se nos dijo cómo los líderes aceptan y comparten la incertidumbre en ambientes de fuerzas especiales de trabajo con colegas, cómo utilizan sus equivocaciones como experiencias de aprendizaje, cómo se comprometen en ejercicios de fijación de objetivos para forzar el re-examen de las actuales suposiciones y prioridades, cómo utilizan sus habilidades interpersonales para estimular a otros a unirse en la búsqueda de nuevas ideas, y cómo constantemente aumentan su comprensión de sus propios límites y parcialidades cuando ponen a prueba sus puntos de vista contra los de los colegas y los de expertos externos.
De esta manera los líderes llegan a ser expertos en una clase particular de aprendizaje: aquel que se da en un contexto organizacional. Pero más importante aún —y es el factor que diferencia realmente el aprendizaje del liderazgo de otros tipos de aprendizaje— es el papel del líder en el aprendizaje organizacional, la administración del yo colectivo.